Introducción
Hablar de salud mental no es solo un tema para adultos.
Desde los primeros años, los niños también viven emociones intensas: frustración, miedo, tristeza o ansiedad. La diferencia está en que aún no tienen las herramientas para comprender y manejar lo que sienten, y es allí donde la familia y los educadores cumplen un papel fundamental.
La salud mental se enseña, se modela y se fortalece día a día, a través de experiencias cotidianas llenas de empatía, límites saludables y amor.
¿Qué significa enseñar salud mental?
Enseñar salud mental no es “psicologizar” la infancia, sino darles a los niños recursos para cuidar su mundo interior.
Significa ayudarlos a:
- Reconocer lo que sienten (“estoy triste”, “me asusté”, “me siento orgulloso”).
- Expresarlo de manera respetuosa y segura.
- Desarrollar estrategias para calmarse, pedir ayuda y resolver conflictos.
Cuando los niños aprenden esto, crecen con resiliencia, es decir, con la capacidad de adaptarse, recuperarse y seguir adelante frente a los desafíos de la vida.
3 claves para cultivar la resiliencia emocional
1. Validar, no minimizar
En lugar de decir “no llores”, podemos decir:
“Sé que eso te dolió, y es normal sentirse triste.”
Validar no significa consentirlo todo, sino enseñar que sentir es humano y que cada emoción tiene un propósito.
2. Modelar calma y autocontrol
Los niños aprenden más de lo que observan que de lo que escuchan.
Cuando un adulto respira profundo, evita gritar y maneja sus emociones con respeto, está enseñando autorregulación emocional en acción.
Recordemos: los niños no necesitan adultos perfectos, sino adultos conscientes.
3. Fomentar el pensamiento positivo y la gratitud
Pequeños hábitos diarios —como agradecer antes de dormir, escribir tres cosas buenas del día o hablar de lo que aprendimos de un error— fortalecen el cerebro emocional.
La gratitud, científicamente, está asociada con menor ansiedad y mayor bienestar emocional.
Estrategias prácticas para casa o escuela
- Crear un rincón de la calma con peluches, libros o tarjetas de emociones.
- Practicar respiración 4-7-8 en momentos de tensión.
- Nombrar las emociones durante el juego o lectura: “Ese personaje está frustrado, ¿tú también te sientes así a veces?”.
- Reforzar con frases de confianza:
“Tú puedes manejarlo.”
“Estoy orgullosa de tu esfuerzo.”
“Lo importante no es hacerlo perfecto, sino seguir intentando.”
La resiliencia no se hereda, se construye.
Y cada palabra, gesto o abrazo puede ser una semilla para la salud mental de un niño. Educar emocionalmente es enseñarles a pensar con el corazón y sentir con sabiduría.

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